Las ‘cracks’ de las energías limpias
Las cinco españolas galardonadas con las becas L’Oréal-Unesco respaldan la transición a un nuevo modelo que reduzca la dependencia de los combustibles fósiles
El mundo necesita cada vez más energía. Pese a que España es líder en renovables, las prospecciones para buscar hidrocarburos que se están llevando a cabo en Canarias o los proyectos para hacer fracking, una técnica para extraer gas de las rocas mediante fractura hidráulica, vuelven a lanzar el mensaje de que los combustibles fósiles siguen siendo imprescindibles para satisfacer la demanda actual.
Pero en los laboratorios, los científicos investigan alternativas energéticas que ayuden a alcanzar los objetivos de reducción de emisiones contaminantes necesarios para frenar el aumento de las temperaturas. Una tarea que no puede seguir posponiéndose, como ha vuelto a quedar de manifiesto durante la Cumbre del Clima de la ONU, que concluyó el pasado fin de semana en Lima. Y las premiadas este año con las becas del programa L’Oréal-Unesco para mujeres científicas (For Women in Science) son un buen ejemplo de las investigaciones punteras que se están llevando a cabo en ese campo para reducir la dependencia del petróleo.
«La percepción de mucha gente es que los recursos son infinitos. También hay intereses políticos y económicos que, de algún modo, ponen freno a las alternativas basadas en energías renovables.La transición de un modelo que no es sostenible a otro más respetuoso con el medio ambiente es un proceso lento, pero terminará ocurriendo tarde o temprano. La sociedad debe concienciarse y los gobiernos no pueden dar la espalda a este asunto», señala Eva Pellicer, investigadora de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Su estudio se centra en la síntesis de espumas metálicas a escala nanométrica que podrán funcionar como catalizadores para producir hidrógeno. Con este tipo de materiales que tienen una arquitectura y composición química novedosas, pretende contribuir a que haya alternativas a los combustibles fósiles.
Alternativas al petróleo
Ana Belén Hungría, otra de las premiadas, trabaja también en optimizar la producción de hidrógeno. En concreto diseña «catalizadores que faciliten su uso como combustible». Según explica, el hidrógeno que más se utiliza hoy en día proviene del reformado de hidrocarburos, que contiene trazas de monóxido de carbono, un veneno para los electrodos de las pilas de combustible, que son las que transforman el hidrógeno en energía. «Nosotros diseñamos catalizadores que son capaces de eliminar este monóxido de carbono que hay en las corrientes de hidrógeno para poder usarlo como combustible», afirma Hungría, investigadora de la Universidad de Cádiz.
«También se está trabajando para producir hidrógeno a partir del agua, pero no es algo que vaya a ocurrir de hoy para mañana. Lo importante es seguir investigando y que la sociedad y las compañías petroleras estén concienciadas. No es una tecnología de ciencia ficción, ya se está haciendo y nosotras intentamos contribuir de distintas maneras».
Elisa Antolín, investigadora del Instituto de Energía Solar, trabaja en mejorar aún más la eficiencia de células solares, aunque considera que el obstáculo para la generalización de esta energía renovable «ya es más de instalación y de voluntad de aplicación» que tecnológico o de coste. «Hemos llegado a un punto en el que kilowatios obtenidos con energía solar tienen el mismo coste que el generado por fuentes convencionales», argumenta.
Asimismo, señala que los récords de eficiencia de los paneles en el mundo son del 45%, «que es altísimo». [Es decir, de la energía que tiene la luz solar, un 45% se transforma en potencia eléctrica]. «El límite teórico es el 63%. Trabajamos pensando que podemos llegar a un 50% en los próximos cinco años. Y no sólo trabajamos pensando en la eficiencia, También queremos simplificar el proceso industrial para abaratar el coste de los paneles», añade.
Rocío Ponce, investigadora de la Universidad de Málaga, estudia materiales orgánicos que puedan ser incorporados a dispositivos electrónicos y fotónicos para reducir el impacto ambiental de la tecnología. «Los materiales orgánicos presentan muchas ventajas respecto a los inorgánicos, que son más difíciles de fabricar, son más frágiles y necesitan una pureza muy grande». explica Ponce.
«Los orgánicos, en cambio, son sistemas más fáciles de sintetizar, puedes modular las propiedades electrónicas fácilmente mediante síntesis química. Son materiales plásticos, así que no son frágiles. Y es posible que podamos llegar a abaratar mucho su fabricación. Por ello, una aplicación muy útil quizás sean las células solares, que son caras. Instalarlas supone una inversión que se amortiza con los años. Pero si conseguimos que su fabricación sea mucho más barata, podríamos colocarlas en cualquier lugar del planeta».
Aunque ya existen este tipo de células, su eficiencia todavía está muy por debajo de las fabricadas con materiales inorgánicos, como las células con las que trabaja Elisa Antolín, y desde un punto de vista comercial, no es posible competir con ellas. «Lo ideal sería combinar ambas», proponen.
Leticia Tarruell, por su parte, simula materiales con átomos ultrafríos en el Instituto de Ciencias Fotónicas de Castelldefels (Barcelona), lo que le permite experimentar las propiedades y el comportamiento de materiales artificiales.
Los obstáculos
Todas las premiadas son doctoras de hasta 40 años que han desarrollado estancias en centros prestigiosos fuera de España. Con esta becas, dotadas con 15.000 euros cada una, la Fundación L’Oréal-Unesco pretende fomentar las vocaciones científicas entre las mujeres. Pese a los avances, la mayor parte de los puestos de responsabilidad en este área siguen siendo ocupados por hombres.
Sobre las mujeres aún sigue recayendo, además, el cuidado de los hijos. «El número de mujeres científicas que hay en un país es directamente proporcional a las facilidades que hay para conciliar vida personal y profesional», señala Leticia Tarruell, que pone a Francia, país en el que estuvo trabajando, como ejemplo de que es posible mejorar el sistema. En Suiza, sin embargo, las mujeres suelen aparcar su carrera científica para dedicarse al cuidado de los hijos. Noruega ofrece también muchas facilidades a las mujeres para conciliar su trabajo como investigadoras con la maternidad, según añade Eva Pellicer.
Elisa Antolín, por ejemplo, está a punto de dar a luz: «A mi ya me ha supuesto cambios. Hago mucho trabajo de laboratorio que he tenido que dejar de hacer porque utilizo productos químicos que no puedo respirar estando embarazada. La carrera científica es muy competitiva, tienes que estar todo el tiempo obteniendo resultados y esto supone un parón muy fuerte que luego es difícil de justificar. Se trata de un problema real que tenemos las mujeres y los hombres no», afirma. Pero más allá de la pausa durante el embarazo y la posterior baja maternal, tener hijos, señalan, no debería ser un obstáculo para la carrera de ninguna mujer.
«La carrera científica implica muchísimas horas de trabajo. Lo que hay que entender es que todo el mundo necesita conciliar, hombres y mujeres», sostiene Ana Belén Hungría. «Cuando todos tengan que atender a sus responsabilidades familiares, ser mujer ya no va a ser un problema, pero de momento sí lo es».
Fuente: El Mundo
Más información: Universidad Politécnica de Madrid